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jueves, 7 de junio de 2012

Día del periodista: Una profesión con mala prensa


Hoy, 7 de junio, festejamos el Día del Periodista y quiero saludar, especialmente, a esa raza de periodistas que dignifican la profesión, aquellos que no se venden al mejor postor y que sienten la profesión como una pasión. A esos, hombres y mujeres, que todos los días informan con la verdad como única bandera.

Muchos pensarán que ese tipo de periodista ya no existe, que todos están corrompidos de alguna forma y ya no hay esperanzas. Pero no es así, nada más alejado de la realidad. Lo que lamentablemente ocurre, es que hoy en día, el periodismo no goza de buena prensa.

Los malos periodistas, esos que hacen de esta profesión un negocio lucrativo y sin escrúpulos, cada día son más y cuentan con las herramientas y los medios para meternos a todos en una misma bolsa.

Depende de nosotros, ese grupo de periodistas independientes, que no van detrás de una billetera abultada, y que tienen como única misión informar con la verdad, con pasión y con objetividad, volver a colocar al periodismo en ese lugar de donde nunca tendría que haberse bajado.

Tengo la suerte de conocer muchas redacciones y periodistas. Chicos jóvenes y grandes profesionales de los medios de comunicación que siguen luchando por estos ideales. Existe materia prima, y de la buena, para cambiar esta mala prensa que tiene el periodismo.

Entre todos, desde nuestro lugar de trabajo, podemos volver a colocar al periodismo en el lugar que se merece, cuya actividad es fundamental para construir una democracia justa y representativa, una Nación donde se puedan escuchar todas las voces.

Por último, y para reflexionar, les dejo estas palabras de Mariano Moreno (periodista, abogado y uno de los grandes próceres de nuestro país): “El pueblo tiene derecho a saber la conducta de sus representantes, y el honor de éstos se interesa en que todos conozcan la execración con que miran aquellas reservas y misterios inventados por el poder para cubrir sus delitos. El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien, debe aspirar a que nunca puedan obrar mal. Seremos respetables a las naciones extranjeras, no por riquezas, que excitarán su codicia; no por el número de tropas, que en muchos años no podrán igualar las de Europa; lo seremos solamente cuando renazcan en nosotros las virtudes de un pueblo sobrio y laborioso”.

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